Los primeros meses de vida de cualquier cachorro en la naturaleza está marcada por una serie de características muy especiales. Tres de esas características son: una exposición a estímulos muy controlada; una interacción hacia ellos muy exquisita y delicada; y la llamada «licencia de cachorro«.
Licencia de cachorro
La licencia de cachorro es el periodo de tiempo de la vida de nuestros cachorros durante el cual existe un alto grado de tolerancia por parte de los adultos equilibrados. Recalco lo de equilibrados. Poniendo un ejemplo humano: a nadie en su sano juicio se le ocurriría reñir o castigar a un bebé por hacer sus necesidades en el pañal, llorar a las 3 de la madrugada, caerse cuando está aprendiendo a caminar o coger algo indebido y llevarlo a la boca en esa fase en la que todo lo experimentan así. Intentaremos controlar y minimizar los accidentes, ayudar cuando lo necesita o retiraremos de su boca todo aquello que comienza a explorar y sea un peligro. Pero no va más allá (o no debería).
De igual forma, con nuestros cachorros caninos hacemos lo mismo: nunca solemos reñir cuando hacen sus necesidades en casa; nunca reñimos cuando se llevan a la boca algo indebido y nunca les reñimos cuando se preocupan y ladran. Los humanos no solemos hacer nada de esto puesto que tenemos paciencia infinita y tenemos como objetivo prioritario respetar ese periodo de licencia de cachorro, ¿verdad?.
Ironías a parte, los humanos no solo no respetamos ese periodo sino que los límites que marcamos los solemos hacer de una manera ruda, tosca, hostil, severa y a veces con violencia. Tratamos a los cachorros caninos como si estuvieran dotados de cualidades que no poseen: madurez, autocontrol, control de esfínteres o concentración. En muchas ocasiones pensamos que estamos educando cuando utilizamos herramientas de violencia como un cachete en el morro o pegar con el periódico. También se nos ocurre tumbar, zarandear o darle «toques».
Exposición gradual a estímulos
Volviendo al tema de lo que sucede con los animales en la naturaleza… Observamos que a la par que el individuo goza de licencia de cachorro, ocurre también el grado de exposición a estímulos es muy bajo. El truco consiste en que las exposiciones aparezcan poco a poco y en el momento de desarrollo adecuado.
Si los humanos fuéramos capaces de darnos cuenta y controlar este punto, no solo el grado de excitación/estrés al que sometemos a los cachorros disminuiría notablemente, sino que la probabilidad de aparición de algunos problemas que mas nos preocupan y molestan disminuiría. Ojo, tratándose de cachorros, «problemas» entre comillas siempre habrá, es lo que toca.
Analizando la vida de nuestros cachorros, nos daremos cuenta del alto grado de estímulos al que están sometidos. En muchos casos por encima de lo que pueden asimilar: paseos interminables, agotamiento físico, exposiciones a otros perros sin control, juegos que los hacen descontrolarse (con palos, pelotas o nuestras manos), niños corriendo en casa de forma continua, coches, tráfico, otras personas que le quieren tocar, nuestras propias y a veces no acertadas interacciones, etc., etc., etc…
Pensad que algo tan simple o inocente para nosotros como que un cachorro esté en la misma sala que un niño de 4 o 6 años mientras este juega, corre, salta, grita y tira objetos puede ser algo muy complejo de gestionar para el cachorro. Sería perfectamente normal que el perro se excitara ante esos estímulos, mordiera los objetos o incluso los tobillos del niño cuando corre. Algunos perros como los pastores, tienen una carga genética que les llevará a ello con facilidad.
Por tanto, controlemos las exposiciones y planifiquemos escenarios con mimo y cuidado, sobre todo en fases caracterizadas por la impulsividad y el bajo autocontrol.
Interacciones
El tercer vértice del triángulo lo forman nuestra forma de interaccionar con ellos. Lo cierto es que al pertenecer a especies distintas y por tanto tener un lenguaje comunicativo distinto, la forma en la que a veces interactuamos con ellos no es la más correcta. Incluso cuando lo hacemos en plan positivo y queremos demostrar cariño, erramos. Muchas señales que tenemos los humanos de mostrar cariño como abrazar, achuchar o poner nuestra cara frente a la suya, son para ellos señales más cercanas a la amenaza e intimidación.
Es por eso importante poder conocer algunas de esas formas comunicativas de nuestros perros no solo para interpretarlas sino para usarlas nosotros con ellos. Hablamos de este tema a modo de introducción cuando hablamos de las señales de calma.
A la hora de tener que poner límites o controlar aspectos, es importante poder hacerlo sin perder nuestro rol de referentes equilibrados y de calma. Fuera hostilidad y veremos como la cosa mejora mucho.
Manipulaciones
Capitulo aparte dentro de las interacciones son las manipulaciones. Aquí quisiera englobar aspectos como la puesta y retirada del arnés, limpieza de patas, secado de pelo, limpieza de oídos, ojos o lagrimal, cepillado, manejo de correa, etc.. Queremos desde el minuto cero poder aplicar algunas o todas de estas acciones y lo cierto es que no nos damos cuenta del error en muchos casos.
A un cachorro debemos presentarle las cosas muy poco a poco. No solo de forma progresiva sino intentando asociarlo con algo agradable. No hace falta que por agradable se entienda comida. Puede ser mucho mejor idea buscar la sutileza, la agradabilidad del acto, la agradabilidad de los materiales (por ejemplo cepillos que no hagan daño), la complicidad mientras lo hacemos… Es importante controlar las primeras semanas o meses que los tiempos a esas manipulaciones sean cortos. También que su frecuencia sea baja. Deja al principio varios día de descanso, no lo machaques todo a diario. Progresividad.
Si notamos incomodidad o el cachorro se quiere ir, lo puede hacer. Es parte «del pacto» de la confianza. Haciéndolo así el mensaje que le transmitimos al cachorro es muy directo. Confianza y vínculo es lo que sembramos.
¿Entonces por qué me gruñe mi perro?
Puede haber muchos motivos por los cuales un perro nos gruñe. Enfermedad o dolor es una opción. Es importante dejar también claro el hecho de que el gruñido es una forma de comunicación. En sí no sería malo que un perro nos comunique, puesto que expresa malestar. El gruñido además es una antesala del siguiente paso (morder o atacar) y por tanto puede ser beneficioso que surja este aviso previo. Si lo anulamos o castigamos, la siguiente vez puede saltar a morder directamente.
Lo que deberíamos pensar es qué ha sucedido para llevar al perro a esa situación de tener que gruñir. Y lo que es más difícil aún y preocupante: ¿qué ha sucedido para llevar a un cachorro de pocos meses a esta situación tan extrema? ¿qué puedo cambiar la próxima vez para que no suceda? ¿Ha habido señales previas que he ignorado?
Diagrama de escalada de estrés
Pues bien, a veces lo que se observa es que los vértices del triángulo descrito se rompen por triplicado. Los cachorros suelen vivir en un mar de excesos. Esto suele alterarles mucho y elevar sus niveles de excitación. En este punto la aparición de que surja un problema es más fácil. Tras la aparición del problema surgen nuestras interacciones y formas de poner límites que se basan en la pérdida de control y las malas formas. El miedo se instaura en el cachorrito. Nos cargamos de un plumazo la fase de licencia de cachorro y no la respetamos. Lo malo de esta situación no es que suceda un día. Lo malo es que suceden muchos días seguidos y nadie le escucha ese cachorro. Es entonces cuando la olla a presión explota y nuestro cachorro gruñe.
Derivado de este punto, conseguimos una segunda cosa muy grave. Es fácil que aquel cachorro que llegado a este punto gruñe a su familia, extrapole la acción a otros humanos externos. Se trata de un aprendizaje asociativo cuyo fin es evitar el peligro. El mecanismo de defensa se activa y ocurrirá entonces que a los 3 meses cuando le vayamos a poner las vacunas gruñirá también al veterinario o a la gente que le intente acariciar.
En este momento cuando lo tildarán de ¡dominante!. El principio del fin para ese perro.
Conclusiones
Pueden ser varias las causas por las cuales un cachorro o un perro gruñe (enfermedades, dolor, malestar, etc..). Algunas no dependen de nosotros. Pero dentro de todo el abanico de posibilidades, está en nuestra mano el poder conocer y controlar algunas.
Prioricemos el descanso de un cachorro; interaccionemos con ellos de forma correcta; sepamos distinguir que muchos manipulados no son ni urgentes, ni importantes, ni debemos presentarlos de forma diaria; respetemos la licencia de cachorro y controlemos un mínimo los escenarios para no exponerlo en exceso a aquello que le puede desbordar fácilmente o lo sitúe en niveles incontrolables de excitación.
A veces nos equivocaremos, no pasa nada. Es y será normal.
Por último, sepamos poner límites y cortar situaciones sin perder los nervios y de forma calmada. No hay nada peor que un perro nos termine gruñendo por falta de confianza o miedo hacia nosotros. Pocas cosas hay peores que convivir con aquello que te da miedo.
¿Necesitas ayuda?
Tratándose de cachorros, hay muchas cosas a tener en cuenta: aprender a comunicarnos, conocer las distintas fases de su desarrollo, las necesidades mas importantes a tener en cuenta, etc.. Tener un buen plan de acción puede servir de gran ayuda y ese plan de acción lo puedes comenzar a conocer incluso antes de que el cachorro llegue a casa. Te podemos ayudar.